Spotify ó como aprendí a odiar la música.
Si algo detesto en cualquiera de las facetas de la cultura, es el mercantilismo. No sería capaz de volver a escuchar Radio 3 si durante un "Flor de pasión" mi queridísimo Juan de Pablos es interrumpido por una masculina voz incitando a comprar ponche de caballeros, pongamos el caso.
Por el mismo motivo, no soy capaz de ver una película en una cadena de televisión que ponga anuncios. Me parece una enorme falta de respeto para mí y para el director, y el elenco de personas que hicieron posible la obra el romper el ambiente creado para distraer al espectador con cantos de sirena.
Pensé que no habría nada más tormentoso que asistir a como un Humprie Bogart en escala de grises era interrumpido por un colorista Cloonie anunciando cargas de café instantáneo, pero me equivocaba, la respuesta es:

En primer lugar, si queremos probar este, llamémosle gestor de música en algún dispositivo que no sea un teléfono móvil, deberemos ser usuarios de sistemas operativos Windows (r) o Mac (r). Por suerte Linux tiene un emulador de Windows (wine) que le permite correr sin problemas la aplicación. (Sirva la metáfora "Un Ferrari puede ir a la velocidad de un Seiscientos, pero no a la inversa").
Si entramos a su web, nos dirá que para registrarnos necesitamos una invitación, así que tecleamos nuestra dirección de correo-e y su respuesta es que ya nos avisaran. Esto supongo que para darse importancia y que la gente se pirre por entrar, ya que dicen tener cola de espera. El caso es que de este modo, es imposible acceder, ya que según tengo encendido, nunca confirman la petición. Bien, entonces lo que tenemos que hacer es buscar el modo de acceder sin ese requerimiento y tras una búsqueda por la red, no tardamos mucho en saltarnos el primer paso indicado, por lo que tras la instalación del programita, ya podemos testearlo.
El programa del que hablo, según parece no actúa como un servidor de música, sino como un mero gestor de intercambio peer to peer. Algo así como el soulseek (win) o Nicotine (linux), pero de pago.
La gran diferencia de Spotify respecto a otros programas de intercambio de música, es que este no está perseguido por las mafias de derechos de autor, ya que ha llegado a acuerdos con las grandes multinacionales de la música.
Por ende, ya que el catalogo está basado en estas relaciones comerciales, es limitado, ya que la mayoría de los grandes grupos de la historia reciente de la música, no pertenecen al grupo Warner, Sony o Universal. O sea, que si queremos oír algo anterior a los años 80, la oferta se limita a las recopilaciones que han visto la luz recientemente.
Bueno, salvado el escollo de su catalogo reducido, si aun así la música que podemos encontrar, nos gusta, tenemos dos opciones: La opción de pago y la gratis.
En mi caso y como ya indiqué anteriormente, no existe prácticamente nada que me suscite un especial interés, me he limitado a probar la versión gratuita y es aquí donde mis sentidos se han visto brutalmente agraviados:
Cada tres o cuatro canciones, Spotify interrumpe tu audición con la inclusión de jingles publicitarios.
No podéis imaginar lo agradable que es estar "probando" el programa en cuestión y ver como tras la impresionante voz de Steve Mariott (Small faces) nos salta un ritmo sintético ofreciéndonos no sé que mierda de ron.
Por supuesto no estoy dispuesto a pagar los 10,00€ que cuesta la subscripción mensual, por poco más puedo comprarme un vinilo y escuchar a mis grupos favoritos con un sonido inmejorable.
Como curiosidad, destacar que grandes grupos ingleses como The Beatles, Led Zeppelin o Pink Floyd se han negado a que su música sea pasto de la usura.
Esto si que es matar la música, aunque de este modo Ramón & Co. estarán contentos porque van a seguir cobrando por no hacer nada.
Música de fondo "I'll never need more than this" por Ike & Tina del LP "River deep - Mountain High" (En vinilio).
Por el mismo motivo, no soy capaz de ver una película en una cadena de televisión que ponga anuncios. Me parece una enorme falta de respeto para mí y para el director, y el elenco de personas que hicieron posible la obra el romper el ambiente creado para distraer al espectador con cantos de sirena.
Pensé que no habría nada más tormentoso que asistir a como un Humprie Bogart en escala de grises era interrumpido por un colorista Cloonie anunciando cargas de café instantáneo, pero me equivocaba, la respuesta es:

En primer lugar, si queremos probar este, llamémosle gestor de música en algún dispositivo que no sea un teléfono móvil, deberemos ser usuarios de sistemas operativos Windows (r) o Mac (r). Por suerte Linux tiene un emulador de Windows (wine) que le permite correr sin problemas la aplicación. (Sirva la metáfora "Un Ferrari puede ir a la velocidad de un Seiscientos, pero no a la inversa").
Si entramos a su web, nos dirá que para registrarnos necesitamos una invitación, así que tecleamos nuestra dirección de correo-e y su respuesta es que ya nos avisaran. Esto supongo que para darse importancia y que la gente se pirre por entrar, ya que dicen tener cola de espera. El caso es que de este modo, es imposible acceder, ya que según tengo encendido, nunca confirman la petición. Bien, entonces lo que tenemos que hacer es buscar el modo de acceder sin ese requerimiento y tras una búsqueda por la red, no tardamos mucho en saltarnos el primer paso indicado, por lo que tras la instalación del programita, ya podemos testearlo.
El programa del que hablo, según parece no actúa como un servidor de música, sino como un mero gestor de intercambio peer to peer. Algo así como el soulseek (win) o Nicotine (linux), pero de pago.
La gran diferencia de Spotify respecto a otros programas de intercambio de música, es que este no está perseguido por las mafias de derechos de autor, ya que ha llegado a acuerdos con las grandes multinacionales de la música.
Por ende, ya que el catalogo está basado en estas relaciones comerciales, es limitado, ya que la mayoría de los grandes grupos de la historia reciente de la música, no pertenecen al grupo Warner, Sony o Universal. O sea, que si queremos oír algo anterior a los años 80, la oferta se limita a las recopilaciones que han visto la luz recientemente.
Bueno, salvado el escollo de su catalogo reducido, si aun así la música que podemos encontrar, nos gusta, tenemos dos opciones: La opción de pago y la gratis.
En mi caso y como ya indiqué anteriormente, no existe prácticamente nada que me suscite un especial interés, me he limitado a probar la versión gratuita y es aquí donde mis sentidos se han visto brutalmente agraviados:
Cada tres o cuatro canciones, Spotify interrumpe tu audición con la inclusión de jingles publicitarios.
No podéis imaginar lo agradable que es estar "probando" el programa en cuestión y ver como tras la impresionante voz de Steve Mariott (Small faces) nos salta un ritmo sintético ofreciéndonos no sé que mierda de ron.
Por supuesto no estoy dispuesto a pagar los 10,00€ que cuesta la subscripción mensual, por poco más puedo comprarme un vinilo y escuchar a mis grupos favoritos con un sonido inmejorable.
Como curiosidad, destacar que grandes grupos ingleses como The Beatles, Led Zeppelin o Pink Floyd se han negado a que su música sea pasto de la usura.
Esto si que es matar la música, aunque de este modo Ramón & Co. estarán contentos porque van a seguir cobrando por no hacer nada.
Música de fondo "I'll never need more than this" por Ike & Tina del LP "River deep - Mountain High" (En vinilio).
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