Arqueología de guerra
El golpe de estado militar de 18 de Junio de 1936, la guerra civil que desencadenó, así como los posteriores 40 años de autocracia que le sucedieron forman parte de nuestra reciente y triste historia.
La insostenibilidad de aquel agonizante régimen político se dejó morir al mismo tiempo que la vida del tirano en la que se sostenía se apagaba. Aquel monocultivo ideológico nacional-católico al fin se derrumbó y dio paso a una nueva etapa.
El cambio de sistema político a penas suscitó rechazo entre quienes habían formado parte del régimen fascista. Destacados pilares de la dictadura en cualquiera de sus ramas, eran reciclados como miembros de una nueva democracia.
Del mismo modo, los sucesivos gobiernos que tomaron las riendas en nuestro parlamento, no fueron capaces de conceptuar con justicia aquella negra etapa.
Hoy, 41 años más tarde de la muerte del dictador Francisco Franco, con más sombras que luces, seguimos sin revisar nuestra reciente historia y el punto de vista impuesto por los vencedores aun prevalece y es dado por válido por un sector de población desinformada.
A pesar de la contundencia del análisis político de la práctica totalidad de la comunidad internacional de historiadores, en el plano político tan sólo han habido algunos tibios intentos por esclarecer aquellos lamentables sucesos. En realidad, la estrategia ha sido dejar pasar el tiempo para que las ruinas desaparezcan por si mismas y el tiempo y la tierra cubran aquella realidad.
Nuestro presente está repleto de aquellos vestigios que conforman nuestro paisaje y nuestra memoria colectiva. Hoy a penas quedan personas que formaran parte de aquella triste guerra civil y su testimonio, el de los vencidos, no ha gozado de la suficiente repercusión.
Del mismo modo, los vestigios de aquellas batallas se esconden en nuestros montes rodeadas de maleza y sin ningún signo que apunte a que allí se vivieron los más tristes episodios de nuestro pasado reciente.
A lo largo de nuestra geografía, podemos encontrar aun ruinosos y silenciosos indicios de esta guerra civil y de los sucesivos gestos de superioridad sobre el adversario que levantó la nueva dictadura.
Mientras que los cadáveres de los defensores del gobierno legítimo de la república quedaron enterrados en fosas comunes o en las cunetas de nuestros caminos a los que eran arrojados para borrar su memoria, enormes panteones y monumentos rendían tributo a quienes dieron su vida por la victoria del bando sedicioso.
Un ejemplo lo constituye la sorprendente construcción que se encuentra a 983m. de altitud en el límite entre Burgos y Cantabria.
| Un lugar en el que el tiempo parece haberse detenido. |
Se trata de una pirámide de cemento forrado con plazas de piedra de 20 metros de altura erguida sobre una base de 10m.X10m. Fue construida por encargo de Franco en 1939 y en su interior se depositaron los cuerpos de 372 soldados italianos que murieron en una de las batallas más sangrientas de la Guerra Civil Española.
Para conocer la historia de los cuerpos de los soldados allí depositados, retrocedamos hasta el segundo año de la Guerra Civil. Dentro de la ayuda que Benito Mussolini otorgó al bando nacional sublevado, se incluyó una partida de 140.00 Camisas Negras que lucharon para derrocar el gobierno de la República Española.
Entre estos, una facción del CTV (Corpo Tuppe Volontaire) denominada División 23 de marzo, se enfrentó en las proximidades del Puerto del Escudo a la División 55 montañesa de choque.
Para evitar el avance de las tropas rebeldes hacia Santander, 22 batallones republicanos permanecieron en este estratégico emplazamiento donde se libró la feroz batalla.
Esta zona, una vez destruido el "cinturón de hierro" de Bilbao, era paso obligado para la toma de Santander.
El 17 de Agosto de 1937 se pierden las posiciones del puerto del Escudo. Los militares del bando golpista, reagrupados junto a los procedentes del norte de Burgos y Palencia, una vez atravesada la Sierra del Híjar, se dirigen a la capital, que será tomada el 26 de Agosto de ese año.
Esta pírrica victoria, deja en el grupo de italianos importantes bajas. En agradecimiento a su respaldo, Franco llega a un acuerdo con el conde Galeazzo Ciano, yerno de Mussolini y Ministro de Asuntos Exteriores para construir un lugar en el que reposaran los restos de los fallecidos. Para la construcción de este monumento funerario se empleó mano de obra forzosa de alrededor de 50 presos republicanos. Una vez concluida la obra, será el propio Conde Ciano quien asista para supervisar el entierro de los legionarios fascistas.
Una gran "M", según algunas interpretaciones dedicada a Mussolini que daba acceso a la estancia fue tapiada al exhumar en 1975 los restos de los italianos que reposaban allí. Estos fueron trasladados al la iglesia de San Antonio de Padua, en Zaragoza. Edificio que fue financiado por el gobierno del Duce y construida entre 1937 y 1940. De esta forma, el terreno sobre el que se asienta la pirámide dejó de ser de titularidad italiana.
En la entrada del edificio, a pesar de haber sido cerrada con un muro de ladrillos, una brecha abierta nos permite acceder a su interior. En él podemos observar una estancia circular en la que se encuentran 360 nichos.
Al fondo, tan sólo quedan unos restos de lo que fuera un altar. En el centro de la bóveda del techo, un óculo permite la entrada de luz procedente de dos cruces que coronan la pirámide y que iluminan la inscripción "Presente Presente Presente" que se haya sobre la puerta de acceso.
| Geolocalización 43º02'24.3N 3º52'41.4''W |
La lista de italianos fallecidos en este lugar no terminaría al concluir la guerra. El 21 de mayo de 1971, un autobús en el que viajaban excombatientes que sobrevivieron a la batalla, así como varios familiares de los allí enterrados, tuvo un fatal accidente cayendo por un terraplén a escasos metros de donde se yergue la pirámide. 12 muertos y varios heridos fue el balance del suceso. Poco después de esta eventualidad, los restos de los 372 legionarios fue trasladado a su nuevo emplazamiento en el Sacrario Militare Italiano de Zaragoza.
A escasa distancia de allí y dentro del mismo periodo histórico se yergue un monumento que también tiene que ver con la exaltación del bando ganador del conflicto bélico surgido tras el golpe de estado militar del 18 de julio de 1936.
Entre el punto kilométrico 73 y 74 de la N623, en el puerto de Carrales, cercano al límite entre la provincia de Burgos y Cantabria podemos encontrar un impresionante águila de mármol desafiante cuyo acceso está presidido por dos columnas de piedra.
La estatua fue inaugurada en 1962, en honor de la Columna 62 del cuerpo del ejército de Navarra y su máximo mando, el general Sagardía, fallecido ese mismo año.
En el conjunto monumental podemos ver algunos escudos con la inscripción 62D, que hacen referencia a la fracción militar homenajeada.
La base de mármol negra cuenta con varias inscripciones. Algunas referentes a los promotores de la obra, otras a los homenajeados y la constante consigna del régimen "Presente".
En la actualidad, el estado de abandono y deterioro que presenta la obra resulta sorprendente. Al igual que sucede con la Pirámide del Puerto del Escudo, nadie se ha atrevido a demoler, pero tampoco a realizar labores de mantenimiento.
A día de hoy, persistiendo en el incumplimiento de la ley que prohibe la exaltación del levantamiento militar, la guerra civil o la represión de la dictadura del general Franco, el águila resiste el envite de las inclemencias meteorológicas y las visitas de personas que por su cuenta y con sus propias manos buscan borrar la ignominia.
Veamos, para tener la suficiente perspectiva de la ofensa que supone la permanencia de este estandarte, quien fue el general al que hace honor:
Antonio Sagardía, fue un militar que se sumó a la sublevación contra el legítimo gobierno de la II República española. Al mando de la 62 División formó parte de las batallas que entre agosto y septiembre de 1937 se desarrollaron en el norte la provincia de Burgos así como en el asalto al puerto del Escudo y la entrada militar en Santander.
Del mismo modo participó activamente en varias ejecuciones no muy lejos del lugar donde hoy se mantiene el águila.
En el Km. 14 de la carretera de Covanera fue responsable de varios fusilamientos y en la Torca Palomera (Mozuelos de Sedano), las tropas a su mando arrojaron varios represaliados asesinados. Aun hoy, la sima permanece inexplorada, pero se calcula que 40 cadáveres reposan a 60 metros de profundidad bajo una montaña de basura.
La represión que sufrió esa zona fue monopolizada por la Columna Sagardía y sus jóvenes falangistas voluntarios de los que básicamente se nutría.
Con posterioridad a estos hechos, el alto militar continuó sembrando terror por tierras catalanas. Arbitrariamente y con feroz crueldad, 67 personas de Sort de entre las que se podrían contar mujeres, ancianos y niños fueron fusiladas. Fueron conocidos como "Los santos inocentes".
El 30 de marzo, a la conquista de la ciudad de Alcalá de Henares por la Columna Sagardía, le sucedieron episodios de exilio, cárcel, clandestinidad y fusilamientos.
Resulta difícilmente imaginable que crímenes contra la humanidad como los señalados tuvieran un lugar destacado en el imaginario colectivo de países que también sufrieron la invasión del fascismo, como Francia, Alemania o Italia.
Aquí, aunque tarde fue aprobada una tímida ley que pretendía resarcir el daño cometido a quienes fueron víctimas de la acción de la insurgencia militar, la guerra y su posterior periodo dictatorial. A pesar de ello, todavía podemos ver repartidos por toda la geografía, un gran número de escudos, placas, calles o monumentos como este que ensalza y glorifica ese periodo histórico.
Aun deberemos esperar a que de quienes depende, hagan que el sentido común impere, que la legalidad vigente se cumpla y que aunque con retraso podamos borrar la semilla del odio.







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