lunes, 23 de diciembre de 2013

Unas consideraciones sobre el aborto voluntario.

Conceder a un minúsculo conjunto de células la categoría de "persona", sólo puede ser fruto de un absoluto desconocimiento científico.


Esta confusión semántica no tendría mayor trascendencia de no ser porque quienes otorgan mayor importancia a sus creencias ideológicas que a la lógica racional, son los encargados de legislar al respecto, dotando a un conjunto de células una protección legal propia de personas.

Lo que para estos fanáticos religiosos supone una transgresión a sus normas (pecado), quieren que sea castigado penalmente para cualquier mujer (delito). Este integrismo moral tiene varias consecuencias:

Las más inmediatas serían las muertes de aquellas mujeres que por no poder acceder a un servicio sanitario de calidad para poder interrumpir su embarazo no deseado, tienen que someterse a prácticas clandestinas de riesgo.
La estigmatización social por realizar un servicio sanitario marginado de la ley, es fruto de importantes secuelas psicológicas, tanto para pacientes como para el personal médico encargado de estas intervenciones.
Pero, tal vez una importante consecuencia de la que menos se ha hablado, a pesar de su importante repercusión social, sea la relación entre nacimientos no deseados y criminalidad.

Los datos aportados en este artículo, han sido extraídos del libro "Freakonomics", del economista estadounidense Steven Levitt y el periodista Stephen J. Dubner, publicado en 2005.

Este estudio surge de la necesidad de explicar el anómalo descenso de la delincuencia en EEUU a partir de los primeros años de la década de los 90, aunque parte varios años antes, concretamente en 1966 en Rumanía.
Vayamos por partes:

En Estados Unidos de América, los índices de criminalidad muestran un crecimiento constante, disparado a niveles alarmantes a partir de la década de los 70 del pasado siglo.
Cuando las voces de los analistas más optimistas vaticinaban un aumento del crimen de un 15% para los primeros 90, la tendencia no fue esta, sino que lejos de aumentar, los delitos violentos disminuyeron notablemente.
Para aportar luz a este extraño fenómeno, expertos en la materia comenzaron a buscar una explicación plausible. Para ello, comenzaron a relacionar las tablas "delitos cometidos" con "aumento de presión policial", "mejora en educación"o "penas de cárcel más severas".
Estos estudios, demostraron fehacientemente que existía una relación inversamente proporcional entre las medidas tomadas y el descenso del crimen. Pero, evidentemente, al confluir varios factores, sería fácil establecer una relación entre ellos. Es decir, si en el momento que los delitos descendieron, coincidió que se incrementó el número de efectivos policiales, sería sencillo establecer una causalidad entre ellos.
A pesar de la supuesta coincidencia entre un aumento en las penas de prisión o de mejoras en la educación en el descenso de los delitos cometidos, estos datos por sí mismos no acababan de cuadrar.

En este mar de confusión, surgieron voces, que intentaron aportar algo más de luz en este asunto, añadiendo nuevas variables.

Basándose en estudios recientes que analizaron un breve pero drástico cambio en los hábitos de una sociedad concreta y sus posteriores consecuencias, se extrapolaron los análisis, obteniendo los mismos resultados.

Hospicio de Rumanía.  Por James Nachtwey.
Llegado al poder en Rumanía en 1966, Nicolai Ceausescu ilegalizó el aborto. Fruto de su megalomanía, aspiraba a construir una gran nación, industrializada y superpoblada. Para ello determino que el feto era propiedad de la sociedad y que por ello, sus progenitores no podían ejercer ningún poder sobre él. Esta prohibición, sumada a una completa desaparición de la educación sexual y anticonceptiva, así como una tasa a las mujeres sin descendencia (impuesto de celibato) dieron los frutos deseados.
Tan sólo en un año tras aplicar la medida, la tasa de natalidad se había duplicado.
Estos nacimientos masivos darían como resultado un aumento de las condiciones de vida en situaciones de pobreza extrema.
Las consecuencias no se hicieron esperar. En tan sólo unos pocos años desde la entrada en vigor de la prohibición, los resultados escolares disminuyeron drasticamente, el acceso al mercado laboral se hizo más difícil y la delincuencia aumentó.
Estas cifras fueron constantes hasta poco después de la caída de Ceausescu y la despenalización del aborto, por lo que resultó sencillo establecer causa-relación.

En EEUU también hubo una fecha clave que sin duda tuvo relación en el posterior retroceso de la criminalidad. El 22 de enero de 1973, el Tribunal Supremo dictó a favor de la joven Norma McCorvey, permitiéndola de este modo acceder a su petición de interrumpir su embarazo (a pesar de que la sentencia no llegó a tiempo). A partir de ese momento, el caso "Roe contra Wade" sentó jurisprudencia, abriendo así la puerta a millones de mujeres que vieron cumplidos sus deseos de no llevar a fin sus embarazos. La consecuencia fue que en 2000 el crimen había obtenido las menores cotas en 35 años.

Resulta clara la explicación que apunta a que un entorno de vida hostil es determinante a la hora de forjar un delincuente. Madres pobres, adolescentes que no podían acceder a un aborto ilegal, eran quienes formaban ese entorno social adverso para la crianza de un hijo en condiciones óptimas.

Puede parecer cruel relacionar ambos términos, pero este estudio tan sólo se basa en estadísticas y se limita a comparar los datos, sin aportar ningún juicio de valor. La realidad, no obstante, resulta bastante evidente a simple vista. Un núcleo familiar en la que nace un bebé al que no se le desea o no se puede criar por motivos económicos o porque no existen condiciones de preparación suficiente para acceder a la paternidad, sería un entorno más propicio para que una educación insuficiente y unas condiciones de vida precarias dieran lugar a individuos más violentos.

Quien pretenda regular las actividades humanas basándose en escritos mitológicos milenarios, se enfrentará siempre con la opinión de la ciencia y el normal discurrir de la vida en sociedad. No permitamos que decisiones tan personales como convertirse en padre o madre estén condicionados por leyes de gobiernos tan irracionales como el de Nicolae Ceausescu o Mariano Rajoy.

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